lunes, 22 de octubre de 2007

MUSICA.... DON MANUEL LOPEZ FALFAN

Manuel López Farfán1872-1944
PANORÁMICA GENERALMANUEL LÓPEZ FARFÁN BREVE ANÁLISIS DEL GÉNERO DURANTE LA AUSENCIA DE FARFÁN REGRESO DE FARFÁN A SEVILLA: LA REVOLUCIÓN EVOLUCIÓN POSTERIOR: INFLUENCIA EN OTROS COMPOSITORES Catálogo de obras
PANORÁMICA GENERAL
La marcha decimonónica en las procesiones. Antecedentes inmediatos.
Se sabe a ciencia cierta que ya en el siglo XIX nuestras procesiones llevaban acompañamiento musical, el cual se basaba principalmente en adaptaciones de marchas fúnebres de autores clásicos, sin que éstas tuvieran necesaria relación con la música religiosa.
No obstante, ya a finales de siglo aparecen algunas composiciones dedicadas expresamente a las imágenes de nuestras cofradías. Concretamente, la más antigua marcha de la que se tiene noticia es “¡Piedad!” de Eduardo López Juarranz en 1879, dedicada a la gaditana Hermandad de la Piedad. Juarranz es también autor de “La pobre Carmen”, marcha-himno dedicada a la Hermandad de los Dolores de El Viso del Alcor. Aunque no hemos podido averiguar cuál es su fecha de composición, debe ser igualmente de fines del XIX.
El primer compositor que decide dedicar una marcha a una corporación sevillana es José Font Marimont, titulada “Carretería” y compuesta en 1887. Actualmente su partitura está en paradero desconocido. Además, en 1895, Font Marimont compone su “Marcha fúnebre”, más conocida en la actualidad bajo el nombre de “Quinta Angustia”.
Igualmente dedicada a esta misma hermandad, Rafael Cebreros compuso en 1891 –cuatro años antes– otra marcha titulada de la misma forma, “Marcha fúnebre”, y cuyas partituras también se encuentran perdidas en la actualidad.
Otras composiciones finiseculares son “La Coronación de Espinas” de Manuel Lerdo de Tejada en 1895, “El Señor de Pasión” de Ramón González en 1897, “Virgen del Valle” de Vicente Gómez-Zarzuela en 1898 (primeramente instrumentada por el hijo de Font Marimont, Manuel Font Fernández de la Herranz, y cuya instrumentación vigente en la actualidad se debe a Ricardo Dorado), “A la memoria de mi padre” del mismo Font Fernández –director de la Banda Municipal de Sevilla– en 1899, etc.
MANUEL LÓPEZ FARFÁN
Manuel López Farfán nace en Sevilla, en el popular barrio de San Bernardo, en 1872. Ya desde muy joven pertenece a distintos regimientos, llegando a participar en las guerras de Melilla y Cuba.
La primera marcha compuesta por López Farfán no está dedicada, curiosamente, a ninguna imagen, sino a Leonor Navarro, madre de su maestro de música. Se titula “En mi amargura” y está firmada en Córdoba en 1896. Sin embargo, procedió a cambiar su título por el de “El Cristo de la Exaltación” en 1906.
En 1899 compone “Esperanza”, una dulce marcha inspirada en la Esperanza Macarena, aunque oficialmente no está dedicada. Es de esquema simple, bellas melodías y conseguidos contrapuntos: una introducción, primer tema, segundo tema, una recapitulación del primer tema y el trío, que se repite.
En 1903 ingresa en el Regimiento de Granada nº 34, en Sevilla. Durante su estancia en dicho Regimiento (hasta 1907) compondrá algunas marchas. En 1904 da a luz a “Spes nostra”, esta vez sí dedicada oficialmente a la Virgen de San Gil. Incluso cedió los derechos a la hermandad, tal como puede leerse en la portada de la partitura original. Con respecto al esquema musical guarda la misma línea que “Esperanza” y todo lo que va a componer durante estos años, aunque ya en “Spes nostra” hace una nueva aportación al género, y no es otra cosa que una saeta que, según la partitura, debía ser tocada por un fliscorno desde el extremo de la Banda.
En 1907 estrena dos composiciones más: “Al Santísimo de la Exaltación” y “Al Santísimo Cristo del Amor”, también muy bellas y de estructuras similares a las anteriores, muy clásicas. Asimismo, parece ser que ese mismo año compuso otra marcha titulada “La Virgen del Linarejo”. Lamentablemente sus partituras no se conservan, por lo que desconocemos a qué imagen fue dedicada.
En 1913, ya en el Regimiento de la Reina nº 2 de Córdoba, y continuando con la tradición que le precedía, procedió a adaptar la marcha fúnebre de Sigfrido, de la ópera “El Ocaso de los Dioses” de Richard Wagner, para que fuera posible interpretarla en los desfiles procesionales. Con dicha banda llegó a acompañar a varias cofradías de Sevilla.
Autores y composiciones coetáneos.
A principios del siglo XX son pocos los autores que se dedican a la composición de marchas. No obstante, la calidad de las composiciones creadas es muy notable. Valga como ejemplo “Camino del Calvario” (1905) o “La Caridad” (1915), ambas de Manuel Font de Anta.
Fuera de la provincia de Sevilla, y más concretamente en Cádiz, nos encontramos con dos prolíficos e importantes compositores: Camilo Pérez Montllor y su genial discípulo, Germán Álvarez Beigbeder.
Pérez Montllor tiene en su haber marchas tan fantásticas como “Sacris solemnis” (1899) o “Pange lingua” (1900) entre otras, de una calidad nada envidiable a las compuestas para la Semana Mayor hispalense.
También en el año 1900 y con tan sólo 18 años de edad, el precoz Álvarez Beigbeder compone “Al pie de la Cruz”, marcha emotiva donde las haya y de una madurez anormal para un músico tan joven, cosa que ya hace vislumbrar el futuro tan prometedor que le espera en su carrera como compositor. Aún así, y a pesar de estar a la altura del mismísimo Manuel de Falla o Joaquín Turina, Beigbeder no está suficientemente considerado como músico español, debiéndose ello a su dedicación exclusiva a las bandas. Su hijo José María –también músico, apodado artísticamente David Álvarez Beigbeder– actualmente se está encargando de transcribir toda la obra del padre a orquesta, en un intento de revalorizarle y así hacer constar su valía artística.
BREVE ANÁLISIS DEL GÉNERO DURANTE LA AUSENCIA DE FARFÁN
Hasta el momento, las bandas que participaban en la Semana Santa –todas militares– disponían de una unidad de cornetas y tambores y otra unidad de música (en la que se encontraba el grueso de los instrumentos de viento madera y viento metal), y en los desfiles procesionales se alternaban los toques de una unidad y de otra. Será Germán Álvarez Beigbeder quien, en 1908, compone la primera marcha procesional empleando la fusión de estas dos unidades (la primera marcha de la historia con cornetas): “Nuestra Señora del Rosario”, dedicada a la Patrona de Cádiz.
Esta misma marcha fue grabada en el año 2001 por la Banda de Nuestra Señora del Carmen de Salteras, curiosamente bajo el título de “Virgen de San Gil”. Esta dedicatoria a la Macarena de Sevilla la descartamos directamente, pues los originales de la partitura se han encontrado en la gaditana Hermandad del Rosario, firmados por el propio autor el año de su composición.
Con respecto al resto de las marchas compuestas en este período, todas tienen el estilo clásico y austero que se ha ido conservando hasta la fecha: de esta forma nos encontramos con la adaptación de varios números del Miserere de Eslava por parte de Font Fernández en 1913, “Soleá, dame la mano” (1918) y “Amarguras” (1919) de Manuel Font de Anta, entre las más conocidas.
Cabe indicar que “Soleá dame la mano” incluye unos apuntes con cornetas, por lo que no era algo desconocido cuando Farfán decidió hacer uso de ellas.
REGRESO DE FARFÁN A SEVILLA: LA REVOLUCIÓN
En 1919 vuelve Farfán a Sevilla, concretamente al Regimiento de Soria nº 9. La primera marcha compuesta tras su llegada es “La Cruz de arriba” (1920), cuya partitura se encuentra en paradero desconocido.
En 1921 ve la luz “La Victoria de María” y “El Refugio de María”, esta última marcha con un trío muy emotivo en el que la percusión toma un especial protagonismo. En él, los clarinetes conducen una –simple y a su vez impresionante– melodía llena de escalas y quintillos, acompañada por un logrado contrapunto imitativo que llevan los saxofones. Incluso se cuenta que Farfán llegó a llorar de emoción cuando la estaba componiendo.
El bienio clave 1924-1925: “Pasan los campanilleros”, “La Estrella Sublime”, “El Dulce Nombre” y “La Esperanza de Triana”.
1924 puede considerarse un año crucial. El Domingo de Ramos, 13 de abril, se produjo un acontecimiento sin precedentes tras el paso de palio de la Virgen del Socorro. Farfán, al frente de Soria 9 estrena en la calle Sierpes “Pasan los campanilleros” (dedicada a la Hermandad de las Siete Palabras), con acompañamiento de voces. Fue una ruptura con todo el estilo anterior, por el ritmo de la composición y por incluir algo tan poco común en una marcha como lo es una parte cantada. Sin embargo, a pesar de ser una innovación tan llamativa y además en una cofradía tan rigurosa, el éxito fue sonado, pues la marcha se volvió a interpretar varias veces más durante la estación de penitencia. Incluso, una vez dentro de su templo la cofradía, la banda interpretó una vez más la marcha ante la insistencia del público.
La letra de la marcha es obra de su ahijado Raimundo Hernández, basándose en una popular letra de un coro de campanilleros de Castilleja de la Cuesta: En la cima del monte Calvario, orlada de nubes, brillaba una Cruz. Y a los pies con el Santo Sudario esperaba María un rayo de clara luz. Que luz era su hijo Jesús, luz radiante que alumbra cielos y tierra y esparció de sus ascuas amor, caridad y virtud.
El campo estaba sembrado, y justo un año después se estrena una marcha que será modelo para el futuro. Hablamos nada más y nada menos que de “La Estrella Sublime”. En ella destaca la inclusión de cornetas en su insuperable introducción y tema principal –siguiendo el esquema que propuso Beigbeder hacía 19 años–. Aún así, hay que decir que la corneta tiene en la marcha un protagonismo que no había tenido hasta entonces.
La polémica que siempre ha existido sobre su dedicatoria es algo que no tiene lugar, por varias razones.
1. La marcha fue encargada por un hermano de la Hiniesta, llamado Francisco Camero González.
2. En la partitura original se lee perfectamente: “A la Real e Ilustre Hermandad Sacramental, Triunfo de la Santa Cruz, Santo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Hiniesta”.
3. La Hermandad de la Hiniesta y el Regimiento de Soria estaban muy vinculados por aquella época. Incluso un alto cargo de dicho regimiento llegó a ser Hermano Mayor de la corporación del Domingo de Ramos. Es más, solían reunirse miembros del regimiento en un bar cercano al cuartel, regentado por un hermano de la Hiniesta. Precisamente en dicho bar (“La Vinícola”, actualmente cafetería del Hotel América, en la Plaza del Duque) se dice que Farfán comenzó a escribir la marcha.
4. El título está directamente tomado de las coplas históricas a la Virgen de la Hiniesta: “...y la más sublime Estrella, iluminaste los cielos, que ocultaban en Iniesta...”.
A modo de curiosidad, el Domingo de Ramos de 1925 la banda de Soria estrenó “La Estrella Sublime” con acompañamiento de violines.
Martes Santo del mismo año. Otra marcha realmente revolucionaria: “El Dulce Nombre”. Esta preciosa obra, que dejó de interpretarse hace muchísimos años porque a la hermandad no le agradaba la algarabía que se formaba con su interpretación, sigue actualmente sin ser interpretada –solamente una vez el pasado Martes Santo–, pese a que tiene todas las posibilidades de convertirse en un clásico para hermandades de barrio.
Con estructura similar a la de “Pasan los campanilleros”, tiene dos particularidades que la hacen aún más especial: por un lado, hay un fragmento cuya melodía la tienen que interpretar unas ocarinas –este es un instrumento tan poco común que el propio autor dejó preparada la marcha para que fuera posible tocarla empleando otros instrumentos más habituales– y por otra parte, incluye también en el trío una parte cantada que se repite dos veces: Te llaman del Dulce Nombre, hermosura peregrina, faro de gran luz divina, que linda en tu pena vas. Bajo palio te conducen, y orgullosos bien te lucen, todos tus fieles hermanos, de esta gloriosa Hermandad.
Y por si fuera poco, en la Madrugá se estrena otra marcha grandiosa: “La Esperanza de Triana”, magnífica composición que también contiene partes con cornetas, aunque de forma distinta a “La Estrella Sublime”.
En esta obra Farfán recupera la saeta, recurso empleado anteriormente en “Spes nostra” y que será cultivado y desarrollado posteriormente por otros grandes maestros como Pascual Marquina o Gámez Laserna. En este caso, Farfán instrumentó la marcha para que dicha saeta fuera interpretada por un violín y un clarinete. Además, un fragmento tenía que ser cantado por los músicos a boca cerrada.
Consolidación del estilo: 1926-1939.
Después del triunfante año de 1925, Farfán irá consolidando su estilo. Un clarísimo ejemplo es “La Virgen en sus Lágrimas” (1926), majestuosa marcha que presenta la particularidad de que carece de introducción; es decir, comienza directamente con el tema principal, dando paso seguidamente al fuerte de bajos –elemento musical que utilizó por primera vez en 1925, con “La Estrella Sublime”–.
“La Virgen en sus Lágrimas” contiene uno de los tríos más dulces que Farfán había podido crear hasta la fecha, y de los más largos, pues dura casi la mitad de la marcha. También el mismo año compuso “La Virgen de la Asunción”, una plegaria para banda y coro dedicada a la venerada imagen de Cantillana.
“Nuestra Señora de la Palma” (1927), dedicada a la dolorosa de la cofradía del Cristo de Burgos, es posiblemente una de sus composiciones más logradas. Evocadora y muy original para la fecha en que nos encontramos, refleja perfectamente el sonido de las bellotas cuando rozan los varales, consiguiendo el efecto de un palio andando. Tiene motivos musicales muy andaluces, y aún así no pierde su austeridad. El trío está inspirado en “Pasan los campanilleros”, aunque en este caso está mucho más desarrollado.
Olvidada durante mucho tiempo, la partitura de “Nuestra Señora de la Palma” se encontraba guardada en un archivo particular hasta que, gracias al esfuerzo del director de la Banda Julián Cerdán de Sanlúcar de Barrameda, pudo reestrenarse en el año 2003 en un concierto en la iglesia de San Pedro, provocando la admiración de todos por su gran calidad.
También en 1927 dedicó a la Hermandad de la Carretería “Nuestra Señora del Mayor Dolor”, donde nuevamente Farfán incluye un fuerte de bajos -en el segundo tema musical que aparece-, elemento que convirtió en algo casi indispensable para las realización de sus marchas.
Un año después (1928), Farfán reúne varios fragmentos de las marchas que llevaba compuestas hasta entonces, concibiendo así “El Calvario de un artista”, aunque dicha partitura se encuentra también en paradero desconocido y está inédita en la actualidad.
Tras varios años sin componer marcha alguna, llegamos a 1935 y nos encontramos con una gran obra –porque es algo más que una marcha– para banda y coro: “La Semana Mayor”, subtitulada “Pasión y muerte de Jesús” y dedicada “a todas las Hermandades religiosas y Archicofradías sevillanas” según indica en la partitura original. La letra es la siguiente: Pasión y muerte, que Jesús padeció, por salvarnos y donarnos con su Misterio, su Religión. En el Calvario, en la Cruz expiró. A sus pies las Marías, que van llorando al Rey Jesús.
Dos composiciones ven la luz en 1938, “La guardia sobre los luceros” e “Impresión de Jueves Santo (en Sevilla)”. Esta última está escrita igualmente para banda y coro, y describe tan señalado día en Sevilla. La obra está impregnada de un clima de absoluta religiosidad y misticismo. Contiene incluso una dulce saeta que desemboca de nuevo en el tema principal de la marcha, el cual, a su vez, sirve también para concluir finalmente en tono menor. Quizás, junto a “La Semana Mayor” y alguna más, es la mayor obra que Farfán aportó al género de la música religiosa. La letra es una saeta que debe interpretar el coro: Santo Cristo del Poder, Cristo Santo de mi alma, pon en mi sien las espinas (bis), que en tu cabeza se clavan.
Su última marcha no podía dedicarla sino a la Hermandad del barrio que lo vio nacer: “El Cristo de la Salud” (1939). Destaca en ella, además de un personalísimo puente modulante para dar paso a su extenso trío, un fuerte de bajos bastante amplio y original, más largo de duración, incluso, que el tema principal –cosa poco normal en este tipo de composiciones–.
Con esta marcha, cierra con broche de oro su incomparable y amplia obra cofradiera.
La aportación de López Farfán al género de la marcha procesional.
Manuel López Farfán falleció en 1944 en San Juan de Aznalfarache. Marcó indiscutiblemente un antes y un después en la evolución de la marcha procesional. Incluso en sus primeras marchas, que se adaptan en gran medida a los cánones de la marcha fúnebre propios de la época, hay rasgos que apuntan a un estilo muy personal, como podemos observar en “Esperanza” y sobre todo en “Spes nostra”.
Dotó a muchas de sus marchas de un ritmo inusitado hasta entonces, incluyó en ellas el fuerte de bajos (“La Estrella Sublime”, “Nuestra Señora del Mayor Dolor”...), la saeta (“Spes nostra”, “La Esperanza de Triana”…), acompañamiento coral (“La Semana Mayor”, “Impresión de Jueves Santo”…), un protagonismo –inusual hasta entonces– de la percusión (“Pasan los campanilleros”, “Ntra. Sra. de la Palma”…), instrumentos poco comunes como el violín o la ocarina (“La Esperanza de Triana”, “El Dulce Nombre”…) y, aunque no fue una innovación suya –ya está presente en “Nuestra Señora del Rosario” o en “Soleá dame la mano”– dio un gran protagonismo a la corneta en dos de sus marchas (“La Estrella Sublime” y “La Esperanza de Triana”).
Autores y composiciones coetáneos.
Aunque ya Farfán hubiera dado el primer paso con “La Estrella Sublime” en 1925, las marchas de esta época seguían siendo de corte fúnebre; prueba de ello es “¡Mektub!” –vocablo arameo que quiere decir “¡Estaba escrito!”– de Mariano San Miguel en el mismo 1925, u otras marchas lentas de la época como “La Sagrada Lanzada” (1928) de Manuel Font Fernández –padre de los geniales José y Manuel Font de Anta–, “El lirio tronchado” (1929) de Manuel Borrego, “El Héroe muerto” también de San Miguel en 1929, etc.
En Cádiz tiene lugar el estreno de una gran marcha fúnebre –se puede considerar la joya de la provincia– como lo es “¡Ecce-Homo!” (1922) de Eduardo Escobar de Rivas, gran músico que llevó a la desaparecida Banda Municipal gaditana a su más álgido esplendor.
Desde Córdoba nos llega la primera marcha procesional de Pedro Gámez Laserna, “Cristo de la Misericordia” (1935), en la cual, su autor deja ya patente el fino y elegante estilo que le caracterizará en sus posteriores composiciones.
Hay que destacar también un hecho muy significativo: el estreno en 1938 de una marcha procesional por el insigne compositor español Jacinto Guerrero, llamada “Candelaria” y dedicada a la Virgen sevillana del mismo nombre; ello se debe a la profunda amistad que unía al músico con un hermano de la corporación.
EVOLUCIÓN POSTERIOR: INFLUENCIA EN OTROS COMPOSITORES
La influencia farfaniana en composiciones posteriores es mucho mayor de lo que se cree comúnmente y no se limita únicamente al uso de la corneta, si bien es este el recurso que más éxito ha tenido.
Maestros que hayan hecho uso de tal instrumento son el poco valorado Manuel Borrego en “Cristo de la Vera Cruz” y “Regina Pacis”, Gámez Laserna en “Pasa la Virgen Macarena” o “María Santísima del Subterráneo”, Santiago Ramos en “Virgen de las Aguas”, etc. Actualmente Pedro Morales es un claro exponente.
Otros autores que en principio no eran muy dados a la corneta, llegaron a usarla en varias composiciones, como por ejemplo Pedro Braña en “Coronación de la Macarena” o en “María Santísima de la Candelaria”, o Martínez Peralto en “Virgen del Amparo”.
De la saeta hizo Gámez Laserna uno de sus recursos más valorados, dándole especial relevancia en “Pasa la Virgen Macarena”, “Saeta Cordobesa”, “El Cachorro”, “Sevilla cofradiera”, etc. También la encontramos por ejemplo en “Procesión de Semana Santa en Sevilla” de Pascual Marquina, y más recientemente en “Reina del Subterráneo” de Antonio Pérez Funes.
Abel Moreno, por ejemplo, tiene muy presente el esquema de López Farfán al componer. “Virgen de los Estudiantes” o “Cristo de la Presentación” tienen como antecedentes “Nuestra Señora del Mayor Dolor” o “La Virgen en sus Lágrimas”.
En conclusión, podemos decir que Manuel López Farfán fue un auténtico renovador. Lo hemos comprobado a lo largo de todo este trabajo.
Sin embargo, y pese a que sus esquemas, innovaciones y recursos han sido ampliamente reutilizados, su figura ha sido y sigue siendo muy poco valorada. Parece que sólo se le reconoce por haber compuesto dos marchas celebérrimas como “La Estrella” y “Campanilleros” y por la introducción de la corneta, si bien compuso muchas más obras y el uso de la corneta en la marcha procesional no es un invento suyo.
Además, hemos asistido (y seguimos asistiendo) a la degradación de “Pasan los campanilleros” introduciendo nuevos compases, suprimiendo el trío, repitiendo insistentemente el tema central... Supone una falta de respeto a su creador, y es una de las razones por las que, en muchas ocasiones, su obra no ha sido suficientemente valorada.
Catálogo de obras:
MARCHAS RELIGIOSASEn mi Amargura, 1896 (El Cristo de la Exaltación en 1906)Esperanza, 1899 Spes nostra, 1904 Al Santísimo de la Exaltación, 1907 Al Santísimo Cristo del Amor, 1907 La Virgen del Linarejo, 1907El Ocaso de los Dioses, 1913 (adaptación de la ópera de Wagner en 1848)Madre mía, 1913 (no confirmada)La saeta, 1913 (no confirmada)La Cruz de arriba, 1920El Refugio de María, 1921La Victoria de María, 1921Pasan los campanilleros, 1924 (con letra)El Dulce Nombre, 1925 (con letra) La Esperanza de Triana, 1925 La Estrella Sublime, 1925La Virgen de la Asunción, 1926 (marcha-plegaria con letra)La Virgen en sus Lágrimas, 1926 Nuestra Señora de la Palma, 1927 Nuestra Señora del Mayor Dolor, 1927 El Calvario de un artista, 1928 La Semana Mayor, 1935 (con letra) Impresión de Jueves Santo (en Sevilla), 1938 (con letra) La guardia sobre los luceros, 1938 El Cristo de la Salud, 1939

No hay comentarios:

relojes web gratis
El Tiempo en Cordoba - Predicción a 7 días y condiciones actuales.

Archivo del blog